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El 11 de septiembre de 2001 es un día que la nación estadounidense nunca olvidará. Ese martes, cuatro aviones secuestrados por terroristas del grupo al-Qaeda impactaron contra tres edificios en Nueva York y uno en Washington D.C., causando miles de muertos e hiriendo a cientos más. La fecha tiene un significado especial para muchos estadounidenses porque recuerdan exactamente dónde estaban y lo que hacían cuando escucharon la noticia de estos atentados.
El Pentágono fue golpeado por un avión comercial, matando a casi todos a bordo y a muchas personas en el edificio militar. En Manhattan, las Torres Gemelas del World Trade Center fueron objetivo de dos aviones más. Ambas torres colapsaron en una hora, arrastrando consigo a civiles y bomberos que luchaban por apagar incendios dentro de ellas. Muchos testigos presenciaron cómo se desvanecía en polvo todo lo que quedaba de ambas torres, incluyendo restos humanos y herramientas pesadas.
Un cuarto avión, United Airlines Flight 93, tenía como destino originalmente el Capitolio en Washington D.C. Los pasajeros intentaron tomarse la aeronave antes de que pudiera llegar su objetivo. Los conspiradores planeaban hacerlo explotar entre las dos torres gemelas, pero los valientes esfuerzos de los pasajeros impidieron este plan. El avión cayó cerca de Shanksville, Pensilvania, matando a todos a bordo. La FBI encontró evidencia de que los terroristas tenían intenciones suicidas.
La mayoría de ciudadanos norteamericanos saben exactamente qué iba a pasar ese triste día. Lo recuerdan porque recordar aquellos eventos hace que sentimos un profundo dolor emocional. Esta masacre trajo un gran vacío y una sensación de vulnerabilidad para nuestra seguridad nacional. Pero también inspiró un gran sentido de comunidad y unidad. Todo un país apoyó a sus vecinos durante las horas siguientes al 11M. Miles de voluntarios se presentaron para ayudar a buscar sobrevivientes o reemplazar pertenencias destruidas. Las ceremonias fúnebres sirvieron como un recordatorio para que permaneciéramos juntos y nos preparáramos para defender nuestros derechos individuales y colectivos como seres humanos. Y así, la nación logró superar esta tragedia mientras crecía fuerte y orgullosa.
En resumen, el 11 de septiembre de 2001 marcó un punto de inflexión en la historia de Estados Unidos. Es un momento que se recuerda constantemente ya que generó cambios duraderos, tanto buenos como malos, en nuestro país. Y aunque la violencia puede cambiar algunos aspectos temporales, siempre habrá algo bueno que emerja de la adversidad y uniéndonos en el camino hacia adelante. Porque, en última instancia, somos más fuertes cuando nos apoyamos unos a otros.